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Crearse a sí mismo

Jaime Parra Rodríguez

Tomado de: Inspiración: Asuntos íntimos sobre creación y creadores. Bogotá: Editorial Magisterio.

 

Cuando hablamos de un científico creativo, de un artista creativo, la comunidad espera de ellos obras originales y de alta calidad. Con este argumento, muy habitualmente se afirma que los niños o los adolescentes no pueden ser creadores, ya que no producen competitivamente obras novedosas. Por otro lado, algunos psicólogos de corte cognitivo han idealizado formas de pensar no exclusivamente racionalistas, como el pensamiento divergente, la independencia de campo, el pensamiento lateral, etc., que –independiente de las obras que se produzcan– se asigna a la cualidad de tener creatividad. Así, una persona que tenga un buen: puntaje en un test de pensamiento divergente, independiente de que produzca algo o no, se considera creativo. 

Ambos enfoques, valorar a través de la obra y a través de la posesión de determinadas habilidades generales, tienen una gran debilidad en términos formativos, que es desconocer aspectos relativos al desarrollo y a la esencia humana, cooperativa y formadora de la educación. En otras palabras, se desconoce la función formadora de una educación para la creatividad. En el primer enfoque se reconoce la obra; en el segundo, la mente; pero en ninguno se reconoce al sujeto, al creador en gestación. 

La gran paradoja de la creación es que el creador es un “aún no”, creador en el sentido de que en el momento que ha terminado de crear deja de serlo, y sólo recobra su estado de creador en la búsqueda, en la gestación. En el momento de la “inspiración”, el creador desaparece. Es un absurdo pensar que en una educación para la creatividad se espera que los niños o los adolescentes produzcan obras maestras, o que la finalidad última sea el desarrollo del pensamiento divergente. En la educación no se espera inspiraciones que lleven a maravillosas obras, se esperan creadores en el sentido que gestan su singularidad, gestan obras que los representan, se gestan humanamente en cooperación con otros. Se esperan creadores, en el sentido que son creadores que son “aún no” creadores. 

Generalmente, de Einstein se ha contado la anécdota de su profesor de griego, quien en 1895 –cuando Einstein planeaba irse del Luitpold Gymnasium– le aconsejó marcharse rápido ya que su presencia en clase echaba por tierra toda su autoridad. Pero se ha contado mucho menos el hecho de que Einstein –el último año de sus estudios secundarios– vivió feliz con la familia de un profesor de su escuela en Aarau, llamado Jost Winteler, de quien recibió apoyo académico y cariño. La vida juvenil y escolar de Einstein también fue apoyada por su tío Jacob, quien no dudaba en estimular su curiosidad. En el mismo sentido, un estudiante de medicina polaco llamado Max Talmud siempre conversó con Einstein sobre los grandes debates científicos de la época. 

Einstein fue un creador, pero de ninguna manera fue un hombre que creó obras maestras de la ciencia durante su vida estudiantil, o que se hizo genio en completa soledad. La vida estudiantil de Einstein con su rebeldía, con su vagabundear por las ciudades o el campo, con su jugar con los libros o con el sonido de su violín, presentan –no a un genio creador juvenil– sino a un joven que buscaba la definición de su singularidad. Einstein era un “aún no”, y para su maestro Winteler, su tío Jacob, su amigo Tal-mud, Albert  era primero que todo Albert, y no un físico; y en ese sentido, su singularidad lo hacía ser una mejor posibilidad. El sentido de una educación creadora está en la constante creación de la singularidad humana a través de la cooperación. Ser maestro es ser un cómplice en el proceso de gestación de un otro que es diferencia, que es oposición. La primera misión de un maestro es estar implicado en el “aún no” del otro, en el otro débil... Y, además, nunca se debe olvidar que la única relación válida que se establece con un “aún no”, con un otro débil, con un insapiente, con un pequeño, es la relación de amor. 

Howard Gruber en el libro Creative People at Work, se refiere a la unicidad del creador señalando que para comprender científicamente el trabajo del creador, no podemos limitarnos a esas pocas cosas que encontramos en común en alguna gente creativa. En cambio, insiste en que debemos indagar por una aproximación general a la descripción y explicación de lo único en el creador. Gruber también nos dice que para capturar los aspectos sociales del proceso creador debemos reflexionar sobre la complejidad de las interacciones entre individuos únicos, en otras palabras la implicación mutua de unicidades. En este libro, muy consecuentemente con estas ideas, él y otros autores estudian el trabajo creador de doce científicos y artistas, utilizando la metodología del estudio de casos. Cualquier estrategia pedagógica o didáctica para el desarrollo de los procesos creadores está destinada al fracaso, si no se tiene en cuenta la singularidad, la unicidad del ser creador. 

Una educación creadora es un proceso de formación de un hombre singular, único y posible en su “aún no”, mediante acciones relacionales que entretejen un entramado humano de mutuas implicaciones afectivas y cognitivas. ¿Qué es una acción pedagógica para desarrollar la creación del hombre? ¿Cómo podemos llegar a ella? La educación creadora se concreta en acciones pedagógicas que son acciones relacionales entre maestros y discípulos, no necesariamente en contextos institucionalizados, y cuya característica fundamental es la expresión de unicidades. Una acción pedagógica en vía de lo creador, es un encuentro cooperativo de unicidades en donde se juegan eventos emocionales y cognitivos, que toman sentido en la acción misma del crear. Puede parecer tonto, pero el crear se aprende en la acción misma del crear, acción que educativamente es relacional, y cuyos resultados no son lo más importante. Educativamente importa el proceso creador, no los resultados que se derivan de allí. La singularidad del creador está en el creador mismo, y lo que pase educativamente en él es lo importante. Más tarde, el niño o el adolescente se podrán convertir en creadores con reconocimiento cultural, y si no... no importa, porque lo importante es la cooperación educativa en la constitución de un sujeto único a través de la expresión creadora. Einstein –en su niñez– no era un pequeño científico, era un “aún no” científico en busca de la definición de su singularidad, a pesar de muchos (su profesor de griego) y gracias a algunos (el profesor Jost Winteler y su tío Jacob). Einstein joven, a pesar de dar muestras de su talento, más que producir obras de alto reconocimiento científico forjó un carácter rebelde, perseverante, sensible y profundo. 

Tomado de: Inspiración: Asuntos íntimos sobre creación y creadores. Bogotá: Editorial Magisterio.

 

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