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Si sostuviéramos una conversación con la pedagogía, nuestro ambiente estaría rodeado de palabras como educación, desarrollo, proceso, conocimiento, enseñanza, formación, aprendizaje. Si entabláramos un diálogo con nuestros recuerdos, traeríamos a la mente palabras como madre, padre, barrio, escuela, maestros, tareas, amigos, risas, hermanos, castigos, paseos, llanto o alegría.   En estas y en otras conversaciones virtuales que, en un momento dado, nuestra imaginación puede crear, cada palabra nos remite a un mundo particular con unas connotaciones específicas. Cada palabra tiene una historia, encierra un universo y produce un efecto.  El bullicio que producen las palabras simultáneas de los niños o de los jóvenes en las aulas, puede percibirse como desorden, como un fenómeno cotidiano, o también como una evidencia del dinamismo y comunicación generados a lo largo de un proceso pedagógico.