La institución educativa del siglo XXI es aquella que percibe, reelabora y genera el conocimiento que la sociedad en su conjunto requiere para su desarrollo armónico y evolutivo, esto es, el sector educativo de la sociedad del conocimiento adquiere la función de gestor del conocimiento. El desempeño de estas nuevas funciones exige de las instituciones de educación una filosofía y una estructura administrativa bien diferentes de las convencionales, centradas en las personas, mucho más que en los procesos, y en el desarrollo de competencias, mucho más que en el cumplimiento de objetivos. Esto significa abandonar las formas verticales de la estructura administrativa para hacerlas más planas y flexibles, pero sobre todo mucho más participativas y adaptables al cambio permanente que exige una sociedad basada en el dinámico conocimiento humano.
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