Por: David Perkins (Estados Unidos). Traducción y adaptación de Yecid Puentes Osma (Colombia)
Hace ya algunos años, me reuní con algunos colegas en un sitio campestre a dos horas de Bogotá, Colombia, donde habíamos realizado algún trabajo, para reflexionar acerca de nuestra vida profesional. En algún momento de receso nos dedicamos a pasear por los alrededores con el objeto de observar el tropical lugar de manera individual y llevar luego nuestras ideas y observaciones de nuevo al grupo.
Me encontré explorando la transición entre los bien cuidados terrenos del lugar y un desfiladero aledaño a éste. Entre más me adentraba en este último, todo iba cambiando. El domesticado y bien cortado césped y las camas de flores del sitio se iban volviendo más salvajes. Las enredaderas iban apoderándose de los árboles y los arbustos florecían con hojas enormes. Se trataba de un mundo vertical con plantas que buscaban cada resquicio de terreno horizontal, tratando de encontrar un lugar a diferentes niveles; las hormigas desfilaban hacia arriba y hacia abajo de los troncos; grandes raíces se entretejían a lo largo de cada inclinación del desfiladero.
No había falta de orden en el desfiladero, sólo que ese orden era de carácter distinto: salvaje y orgánico, generado por formas de vida que se apiñaban una contra la otra, buscando su espacio vital.
Desde ese día, el tema de lo domesticado y lo salvaje me ha proveído de una metáfora muy interesante para pensar acerca de muchas facetas del mundo, especialmente de la educación. Durante bastante tiempo he estado involucrado en proyectos que buscan hacer de la educación una actividad cada vez más rica en opciones. Fui muy afortunado en jugar un papel protagónico en el desarrollo del marco de la Enseñanza para la Comprensión... La metáfora de lo domesticado y lo salvaje me ayuda a pensar en los retos que plantea la educación y en la contribución del enfoque de Enseñanza para la Comprensión a ella.
Hay una especie de trampa de domesticación, una trampa en contra de la cual la Enseñanza para la Comprensión nos puede prevenir. En muchos entornos educativos y por numerosas razones tendemos a domesticar las cosas. De hecho, es la forma más fácil de crear la ilusión de que la enseñanza consiste en hacer el aprendizaje simple. Creemos que, cuando hacemos eso, los alumnos van a ser exitosos y a aprender más. No es así, con ello tan sólo bajamos la exigencia.
¿Qué apariencia tiene este proceso de baja exigencia? En realidad, es fácil de lograr: hacer actividades más rutinarias, establecer más reglas, parcelar más el conocimiento e incluir actividades memorísticas. También enseñamos para el examen. Cuando se hace todo esto, da la impresión que todo luce bien.
Por otra parte, al estudiar los libros de texto, los currículos escolares y lo que sucede en las aulas, se pueden encontrar cosas interesantes; sin embargo, no puede uno dejar de sentirse impresionado y deprimido a la vez al ver algunos temas tan poco exigentes. He aquí uno de mis favoritos... la fórmula cuadrática que aunque tiene sus usos, es el ejemplo clásico de una rutina mecánica (y poco útil, a propósito) aplicada sin mucha comprensión real. Las cuadráticas son una forma relativamente restringida de construir modelos matemáticos que consumen una gran cantidad de tiempo. Otros de mis favoritos en este sentido son: el subrayado de ideas principales, las cuatro causas de la revolución industrial o cuánto se demora un objeto que pesa 10 kilogramos para, bueno, digamos desplazarse por una rampa con una pendiente de tanto de largo o balancearse en un péndulo o lo que sea. Hay innumerables problemas que comienzan más o menos así.
Seguramente usted también tendrá sus propios temas domesticados. A mí me gusta preguntar a la gente qué se le ocurre y algunos de los temas que mencionan son las fechas de los períodos presidenciales, hacer análisis de oraciones, las tablas de multiplicar y la memorización de poemas. No me malinterpreten, no todo tema domesticado es una pérdida de tiempo. Yo solía memorizar algunos poemas en la secundaria que aún recuerdo y quiero. Por otro lado, es muy útil tener las tablas de multiplicación a mano, eso no quiere decir que las comprendamos en profundidad y, de hecho, no siempre es necesario, tan sólo están allí, al alcance de uno, y eso es importante.
Les contaré una historia personal. Recuerdo que por allá por el segundo o tercer grado mi papá se sorprendió al descubrir que no me sabía las tablas muy bien, entonces me sobornó: tres dólares si me las aprendía bien en una semana y cinco si las podía decir bien en el fin de semana. Era mucho dinero para mí, así que me las aprendí el fin de semana. Nunca me he arrepentido ¡Y no sólo por los cinco dólares!
Desafortunadamente, no se puede sobornar a los chicos y, de todas maneras, no es buena idea porque esto tiende a socavar el genuino interés de los niños por aprender, lo que los sicólogos llaman motivación intrínseca. Pero la domesticación en conjunto es desmotivante. Hace las cosas aburridas aunque sean superficialmente accesibles. Esa es otra razón de enseñar para la comprensión: un buen reto para la comprensión es que esté un poco del lado más salvaje que del fácilmente domesticable, pero no mucho; es simplemente más enganchador. De hecho, mucha de la investigación que hay detrás del marco de la Enseñanza para la Comprensión muestra exactamente eso, los estudiantes que aprenden con este enfoque se interesan más en lo que aprenden.
Volviendo a lo del lado salvaje y al más domesticable, éste último tiene sus virtudes porque hace las cosas más accesibles. De hecho, nuestro trabajo como educadores es lograr esto. Si todos pudiésemos aprender cualquier cosa con sólo escucharla o leerla, no necesitaríamos educación formal... Me gustaría ponerlo en estos términos: la mala domesticación de los temas elimina el lado salvaje, la buena domesticación, por el contrario, la ilumina...
¿Cuál es, entonces, nuestro rol como educadores con respecto a estos temas? Creo que tenemos dos retos grandes; uno es cómo domesticar lo salvaje de manera apropiada, sin sacar de una vez todo el jugo a los temas, haciendo más accesibles las cosas complicadas que los niños y jóvenes necesitan aprender. El otro, el reto más tradicional, es cómo hacer más salvaje lo ya domesticado, cómo poner jugo de nuevo a los temas tradicionales.
La Enseñanza para la Comprensión es de gran ayuda en esta misión. La perspectiva de desempeños propia de este enfoque insiste en que nos mantengamos más bien del lado salvaje. Nos propone a los educadores pensar acerca de lo que estamos enseñando y dónde reside la riqueza de tal material. Es una forma excelente de hacer más salvaje lo domesticado y de domesticar lo salvaje, de iluminar, no de eliminar...
El dilema de lo domesticado y lo salvaje viene a mi mente otra vez cuando observo la forma en la cual la educación exhibe sus fortalezas y debilidades. La educación formal ha sido muy buena durante mucho tiempo para hacer que los temas estén al alcance de la mano. Sólo piensen en el DNA, los numeradores y denominadores, Shakespeare, Paul Revere y Luis XIV, la ley de la oferta y la demanda, la ley de Boyle y los pactos marítimos, etc. Me parece que no está mal del todo que uno sepa muchas cosas y que la educación brinde la oportunidad de que uno las aprenda.
Sin embargo, la educación tradicional nunca ha sido tan buena como para guiar a los estudiantes a que hagan algo con todo ese conocimiento. En ocasiones, la educación me parece una gran torre de Babel donde los niños aprenden a decir palabras y oraciones que luego se amontonan sin sentido, justamente porque no saben qué hacer con lo que saben. No se piensa lo suficiente con lo que se sabe, no se lo examina críticamente, no se lo transfiere a otras áreas o partes de nuestra vida.
“Patinar” para comprender
El aspecto de qué hacer con lo que uno sabe me parece tan importante como para darle un nombre, así que le llamo “las artes del conocimiento”. Por definición, el conocimiento se refiere a las artes y oficios, las habilidades, disposiciones y comprensiones que se involucran cuando se sabe algo bien. Para hacer un listado de sólo algunas de ellas, incluyo la escritura y el dibujo y, en general, la expresión en varios medios; la lectura, especialmente la lectura comprensiva, además de la lectura de trabajos de artes visuales, la música, la danza, etc.; varias clases de cuestionamientos como en historia, ciencia o literatura; la lógica y el razonamiento, la construcción de modelos como se hace en ciencias y matemáticas y muchas más...
Dos de las más importantes artes del conocimiento son claves en educación: el aprendizaje y la enseñanza y, en este sentido, la Enseñanza para la Comprensión es un arte del conocimiento que se debe tener en muy alta estima...
Por otra parte, la perspectiva de la comprensión va muy de la mano con la noción de artes del conocimiento pues se centra en lo que quien aprende hace con ello. Esta visión, básicamente, nos dice que la verdadera comprensión de un tópico depende en gran medida de lo que puedes hacer con él. ¿Puedes razonar acerca de ello? ¿Puedes explicar el tópico en tus propias palabras? ¿Puedes verlo de manera crítica? ¿Puedes relacionarlo con otros tópicos e ideas? Estos y otros haceres muestran la comprensión que el aprendiz ha alcanzado y le ayudan a avanzar.
Para explicar lo que quiero decir acerca de esta visión de la comprensión como desempeño, permítanme ilustrarlo con esta metáfora: El aprendizaje para la comprensión es más aprender a patinar que aprender acerca del patinaje.
Tal vez escogí esta metáfora porque el patinaje siempre representó un reto de comprensión para mí a nivel físico. Me crié en un pequeño pueblo de Maine en el cual se podía patinar en el invierno en un lago congelado y, de hecho, sabía algunas cosas acerca del patinaje: cómo se veía, dónde se practicaba, qué prendas usabas para practicarlo, etc. Pero yo no podía patinar bien. Realmente nunca logré hacerlo bien. Nunca comprendí realmente el patinaje en el sentido de ser capaz de desempeñarme de manera fluida y flexible.
La misma comparación puede hacerse con relación a muchos de los tópicos que se estudian en las aulas: la verdadera comprensión no reside en saber acerca de los tópicos estudiados sino en ser capaz de “patinarlos”; es decir, ser capaz de desempeñarse en ello. Tomemos, por ejemplo, las leyes de Newton. Yo puedo saber acerca de las leyes de Newton en el sentido de recitarlas, decir de dónde provienen o dar respuestas a preguntas en una prueba estandarizada y, sin embargo, no entenderlas muy bien; en últimas, no “patinarlas”. Si puedo hacerlo, ello implicaría, por ejemplo, que puedo ver el mundo que me rodea y hallarle sentido. Podría entender porqué es menos grave estrellarme con un Volkswagen que con un camión Mack, comprendería por qué en el fútbol americano unos jugadores son más grandes y otros más pequeños. Si puedo “patinar” las leyes de Newton, entiendo cómo se pueden poner a prueba tales leyes o qué sería del mundo si alguna no fuera verdadera.
Lo mismo ocurre con el tema de la revolución francesa. Si tan sólo sé acerca de este tema únicamente podré decirte algunas cosas y eso sería todo. Pero, si puedo “patinar” con ese tema, puedo compararlo con otras revoluciones como la americana o la rusa; puedo ponderar las causas que llevaron a ella o si las cosas pudieron haber pasado de otra manera. Puedo explorar su influencia en otras épocas y culturas y, al hacer estas cosas, no estoy tan sólo repitiendo una historia que me contaron sino produciendo pensamiento nuevo, al menos nuevo para mí mismo. Estoy patinando y no sólo diciendo lo que sé acerca de patinar...
La Enseñanza para la Comprensión es una maravillosa herramienta para hacer un poco más salvaje lo ya domesticado...cuando enseñamos con este enfoque no sólo estamos enseñando acerca de algo, estamos ayudando a nuestros estudiantes a “patinar” con lo que saben.
Pandora en el aula
Tal vez sea este el momento apropiado para dar una mirada al panorama educativo y explorar dónde encaja allí la Enseñanza para la Comprensión. Déjenme plantear tres preguntas acerca de la educación, válidas en cualquier situación:
1. ¿Qué vale la pena aprender?
2. ¿Cuál es la mejor manera de aprenderlo?
3. ¿Cómo aprenderlo de esa manera?
De manera un tanto jocosa llamamos a estas preguntas las tres preguntas de Pandora en educación.
Y, ¿Por qué Pandora? Esto alude a la leyenda griega de Pandora quien estaba tan curiosa sobre una caja cerrada que tenía que no se aguantó la curiosidad y la abrió. Dentro se hallaban todos los males de la tierra, los cuales fueron liberados. Estas tres preguntas son un poco como eso, suenan muy simples y, por ello, parece tentador tratar de responderlas de manera simple: ¿Qué vale la pena aprender? Lectura, escritura, aritmética, más, digamos algo de ciencia, historia, literatura. ¿Cómo aprender eso de la mejor manera posible? A través de la información y la práctica. ¿ Cómo aprenderlo de esa manera? Libros de texto, conferencias y mucha práctica.
Pero, una vez estas tres preguntas se hacen públicas, todos los males de la educación salen a flote. Las respuestas razonables no sólo se vuelven complicadas sino que se convierten en algo muy controvertido... Hay muchas visiones diferentes en la sociedad de hoy acerca de lo que vale la pena aprender, de cómo aprenderlo de la mejor manera y de con qué lograrlo. Veamos estas tres preguntas en un poco más de detalle sin meternos en camisa de once varas, en lo posible.
1. ¿Qué vale la pena aprender?
Sin importar si lo que tenemos en mente es ecología, habilidades de pensamiento, prácticas ciudadanas o fracciones aritméticas, como educadores siempre debemos preguntarnos: “¿Qué vale la pena aprender de este tema? Por supuesto, muchos factores inciden en la importancia que pueda tener un tópico en particular: su importancia social, en el caso de la práctica ciudadana; una comprensión básica o una habilidad que necesitamos en la vida; prepararnos para aprendizajes posteriores, etc. También puede haber diferentes visiones acerca de lo que vale la pena aprender, por ejemplo, el debate sobre si debería enseñarse la idea Darviniana de la evolución. Algunas personas debaten si vale la pena o no enseñar algo para llegar a comprenderlo o si los niños deberían concentrarse en adquirir y practicar conocimientos y habilidades, por lo menos en la educación temprana.
Es justo aquí donde la Enseñanza para la Comprensión cobra importancia: La comprensión, en sí, es sumamente importante. Una gran cantidad de los aprendizajes que adquirimos no valen la pena si no se aprenden de manera profunda. Las habilidades aritméticas no nos sirven de mucho a menos que se comprenda cuándo se deben aplicar. Las definiciones de democracia no son muy útiles si no comprendemos la democracia de manera que actuemos responsablemente cuando participamos de la democracia misma. Los conceptos de argumento y personaje no sirven de nada si no podemos leer literatura de manera comprometida y crítica.
El marco de la Enseñanza para la Comprensión declara su compromiso con aquello que vale la pena comprender en los primeros dos elementos: Los tópicos generativos y las metas de comprensión; en particular en los primeros debido a lo centrales que son para la disciplina en cuestión y debido a que enganchan a docente y alumnos. Junto con ellos van las metas de comprensión que se enfocan en lo que vale la pena comprender de los tópicos generativos. Esto no quiere decir que cada pequeño tema debe estudiarse para la comprensión, tan sólo que, en muchos contextos, casi nada lo es.
2. ¿Cómo aprender eso de la mejor manera posible?
Con algo en mente que vale la pena aprender, como educadores debemos preguntarnos cómo aprenderlo mejor. En ocasiones, simplemente decir algo a los aprendices es suficiente, pero no siempre.
A veces proveyendo momentos para hacer bastante práctica es suficiente, pero no siempre. La psicología del desarrollo y la psicología educativa tienen mucho que decir acerca de cómo se aprende algo de la mejor manera en las diferentes edades y por parte de diversos aprendices. Sin embargo, los debates se centran sólo en las estrategias apropiadas, como por ejemplo entre los métodos fonéticos y los de lenguaje total, en el caso del aprendizaje de la lectura.
Cuando la meta es la comprensión, la pregunta de cómo se aprende mejor adquiere mucha importancia debido a que la empresa consiste en hacer para comprender, más que en aprender hechos y adquirir sólo habilidades... La Enseñanza para la Comprensión, como se dijo anteriormente, propone una visión de desempeños: comprender es más aprender a patinar que aprender acerca del patinaje... En otras palabras, aprender a pensar y actuar de manera flexible con lo que se sabe.
3. ¿Con qué lograrlo?
La última pregunta de Pandora es, de hecho, muy práctica. Teniendo en mente las dos preguntas anteriores, ¿Cómo se verían el aprendizaje y la enseñanza, en esencia? ¿Qué tipo de planeación nos sirve en el contexto en el que trabajamos? ¿Necesitamos apoyarnos en libros de texto, guías del docente, equipos de laboratorio, trabajo de campo o actividades de grupo? ¿Necesitamos nuevos cursos de formación? ¿Se requieren políticas formales para motivar a los docentes y a los alumnos para que lleven a cabo una agenda en particular? ¿Cuánto tiempo se necesita, ya se ha asignado o cómo se puede apropiar? Aquí, de nuevo, surgen las controversias, por ejemplo, acerca del impacto de las pruebas, el rol del aprendizaje colaborativo, el uso de textos versus las fuentes originales, etc.
La Enseñanza para la Comprensión ofrece un rango amplio de ideas concretas para la planeación: secuenciar los desempeños de comprensión de manera que se vaya construyendo de los más sencillo a desempeños culminatorios más complejos... o la utilización constante de herramientas de valoración continua que provean retroalimentación y apoyo a los aprendices durante todo el proceso.
Pandora revisada
Todo esto nos lleva otra vez al tema inicial de lo domesticado y lo salvaje: Mucha de la educación es demasiado domesticada. La domesticamos para hacerla más accesible, pero, en ocasiones, nos vamos al extremo de convertirla en formas rituales, memorísticas y con poco sentido que no vale la pena aprender. Aunque domesticar lo salvaje tiene su lugar en el proceso, mucha de nuestra misión como educadores hoy en día consiste, no en domesticar lo salvaje, sino en hacer un poco más salvaje lo ya domesticado. La Enseñanza para la Comprensión nos apoya en la tarea de darle una orientación a nuestra enseñanza en esa dirección. Sus tópicos generativos y metas de comprensión nos proveen de una guía muy importante para saber qué vale la pena enseñar. Su enfoque en los desempeños de comprensión nos pone en el terreno de cómo aprender para comprender; así mismo, la manera como se lleva a cabo la Enseñanza para la Comprensión en el aula nos provee de mecanismos concretos para lograrlo. Está bien, lo admito: Todo esto hace de la educación una tarea más retadora de lo que sería si nos quedásemos, a diferencia de lo que hizo Pandora, con la caja de sorpresas cerrada. Cuando abrimos estas preguntas a respuestas más sutiles y profundas, creamos muchas complicaciones para los demás y para nosotros mismos. Justamente como le pasó a Pandora… en la leyenda griega su curiosidad produjo resultados infortunados. La curiosidad es un tema un poco oscuro que aún preocupa a la civilización occidental; piensen en Eva y su curiosidad acerca del árbol del conocimiento, los experimentos del Dr. Frankenstein y el dicho familiar de que la curiosidad mató al gato. Me parece que la curiosidad ha sido objeto de un tratamiento un poco injusto pues creo que es uno de los rasgos más preciosos que tiene el ser humano. Para un aprendizaje y una enseñanza ricos y poderosos, es justamente la curiosidad lo que deseamos que haya. Así es que alabada sea Pandora, necesitamos todas las Pandoras que podamos tener en nuestras aulas. Bien sea como alumnos o como profesores. Las cajas que allí se abren dejan salir cuestionamientos, no cosas malignas. Si eso contribuye a que la educación sea más retadora, mejor. Es un reto que vale la pena asumir.
Tomado de: Revista Internacional Magisterio No. 14.