Entrada de blog

▲ Encima

La cuestión del maestro

(Fragmento de "El maestro, el docente y el formador" en "Figuras contemporáneas del maestro en América Latina")

Por: Humberto Quiceno

Un “alguien”, en un momento histórico, fue designado para educar y en otro momento histórico para educar a otros. Es muy probable que el educarse a sí mismo preceda al educar a otro. En la Antigüedad, existió el educarse así mismo y el educar a otro, a otro ser. Sócrates pretendió educar a Alcibíades, una vez se había educado a sí mismo, nunca lo hubiera hecho, sin ésta previa educación. Es importante anotar, que Sócrates no pretende educar a otros, distintos de Alcibíades o de Teeteto. La educación de los filósofos y sofistas, era pues, individual y muy particular, se centraba en el otro. Otra condición de ésta educación antigua, es que educarse y educar a otro, requería de la transformación de sí mismo, del ser que educaba y del ser que era educado por otro. La transformación del otro, es comprensible, pero la transformación de uno mismo por uno mismo, fue un rasgo único de la cultura antigua. Esta cuestión se expresaba como una paradoja: otro en mí me educa. He aquí, que el otro se había sido inventado por los griegos. ¿Quién era éste otro? Este otro, era el educador, un alguien muy especial, del cual se pedía su transformación previa. Cuestión que requería de un gran valor, pues era necesaria mucha fuerza para emprender el camino de educarse por sí mismo.

Educar a otros, un grupo más grande, un pequeño pueblo, fue una invención de Loyola y Lasalle que además inventaron, el educar a otros en un lugar aparte, que se llamó escuela. Esto significa que “el maestro” no procede de educar a otros en la escuela, sino de educarse y de educar a otro, otro que se llamó discípulo y no alumno. Maestro tiene, pues, un sentido mucho más antiguo que el maestro de escuela. Maestro fue, primero que todo, la actitud de educarse a sí mismo y después educar a otra persona, pero sólo a una sola. En este sentido, hay que precisar lo que es pedagogo: alguien que pretende educar a una persona, pedagogo no es un maestro de escuela, es un maestro de otro, que ha pasado por ser maestro de sí.

Con Loyola, Calasanz y La Salle, se inaugura la tradición de educar a otros, a varios y se rompe el educar a uno sólo. Lasalle mantiene la idea de alguien especial para educar, el otro como educador. Vives y Comenio no se interesaron por educar a uno solo, ellos hablaron de educar a otros, a todos, en lugares parecidos a una escuela. Si bien crearon la idea de escuela, de método y de enseñanza, no pensaron en la educación de aquel “alguien” que debe educar a otros. Ese alguien hay que atribuírselo a Loyola, Calasanz y La Salle. Antes de La Salle existía la idea de educarse e incluso de educar a otros, pero sin escuela. Montaigne en sus Ensayos habla de educar niños y dice cómo, Rabelais piensa y describe la educación de Pantagruel, Demía habla de la escuela primaria, de la enseñanza, pero ninguno de ellos se preocupa de pensar en educar a alguien para que eduque en escuelas.

Es muy probable que el maestro de escuela sea una invención construida entre Juan Bautista Lasalle y Pestalozzi. El maestro de escuela lo construyó Lasalle en la experiencia única de una comunidad de Hermanos, que vivían en común, con prácticas ascéticas, de renuncias y de formación de la subjetividad religiosa. Los hermanos que iban a ser maestros debían vivir todo el tiempo en un mismo lugar, compartir las comidas y los ejercicios de piedad (Lasalle, 2001,13). Pestalozzi no pensó en hermanos sino en niños, con un trabajo común y proyectos afines entre adultos y niños. Los maestros debían vivir con niños y tener una vida en común de trabajos y experiencias, comidas y ejercicios (Pestalozzi, 1999). Lasalle y Pestalozzi no pensaron que un maestro de escuela tuviera ciertas cualidades o rasgos. Ellos no pensaron en una cierta persona o en un individuo con un determinado perfil. El maestro no es un rostro o un rastro, el maestro de escuela es una experiencia comunitaria, una experiencia espiritual y moral de sacrificio y de beneficio común que se realiza al educar a niños. Lasalle llevó esta experiencia profunda de espiritualidad a la escuela, con el fin de educar los niños de campesinos, comerciantes y artesanos. El objetivo era prevenir una posible revuelta de esa pequeña población. Educar en el orden, el posible desorden, era la empresa de Lasalle. Para ello había que formar unos seres especiales, al que llamó maestros2. Pestalozzi, por su parte, construyó una escuela y una granja, un instituto y un lugar en común, un casa de estudio y de trabajo, un lugar en común de niños (comían, vivían y trabajaban juntos) con el fin de educar niños marginados, pobres y huérfanos (Piatón, 1996, 36). Su objetivo era cambiarlos de condición y estatuto. Pensó en un alguien especial, él mismo, que requería una transformación previa, ese alguien era el maestro de escuela y también era la figura de la madre. En este sentido el maestro de escuela es también maestro de casa, es hombre y es mujer. Con Pestalozzi la maestra fue posible.

En relación al docente, su identidad no proviene de una comunidad, de un lugar común, de una experiencia del cuerpo o del alma. No hay en esta experiencia una transformación previa del ser. No nace por una construcción de pensamiento, una obra, no tiene el sello de un creador. Por el contrario, nace de una práctica, un oficio, un régimen de trabajo y producción. El docente es signo y no símbolo, es práctica y no obra, es hacer y no escritura, es experiencia económica y no experiencia moral. Su rostro y su rastro lo encontramos en el trabajo y en la figura del trabajador.

Nace de la industria, por eso es que se puede fabricar, producir y reproducir. El maestro en cualquiera de sus formas y de sus experiencias, maestro de sí, de otro y de niños en escuelas, no es objeto de repetición, por que es unidad, individualidad y espiritualidad. Formar un maestro requiere de una comunidad, un trabajo de purificación, y la paciente labor y entrega de una vida en continua transformación. Producir un docente es producto de una capacitación y la repetición de algo que no es un modelo sino un producto. El alguien que ocupa ese lugar es un cualquiera que educa no sólo una persona, algunos niños sino muchos niños, muchas personas, adultos, profesionales, analfabetas, en fin, la multiplicidad de sujetos o la población.

Docente es el que educa la población. Educar la población no requiere transformación de ser, del cuerpo y del alma. No pone en juego el alguien, porque ese alguien es un cualquiera. Docente no es un maestro en el sentido de Sócrates, un educador en el sentido de Montaigne, no es un preceptor como lo pensó Rousseau, no es un maestro de escuela tal y como fue la experiencia de Lasalle o de Pestalozzi. Docente es un espacio que cubre o llena un cualquiera según las necesidades y urgencias de la población, que son sobre todo de transmisión de saberes, disciplinas y códigos. La población requiere de saberes técnicas y tecnologías y para ello necesita de un cualquiera que produzca esa transmisión en cualquier aparato de educación y por cualquier medio.

Diferenciemos, finalmente, los sentidos de maestro y de docente. El maestro es el maestro de sí, por ejemplo, Sócrates. Existe un maestro que educa sólo a un individuo, Sócrates cuando educa a Alcibíades, por eso es paidagogo. Maestro de escuela es aquel, como en Lasalle y Pestalozzi, que se educa así mismo mediante una comunidad, para educar niños, sólo niños. Docente no es maestro y tampoco un maestro de escuela. Docente es un cualquiera que transmite saberes y técnicas a una población indiferenciada, sobre todo adultos. Un docente puede educar niños, adultos, profesionales. Es pues un cualquiera que puede educar un cualquiera. Un maestro, en cualquier sentido no es un “cualquiera” sino un “alguien” que se educa a sí mismo, a otro o educa sólo niños en la escuela.

En la actualidad podemos pensar en educar maestros, si repitiéramos la experiencia de Sócrates como educador de sí mismo o como educador de Alcibíades o cuando repetimos la experiencia comunitaria, aquella que forma un alguien y no un cualquiera. También podemos construir maestros desde otras experiencias, como las mencionadas, aquellas que afectan el cuerpo, el deseo, lo espiritual y el placer y que requieren una transformación previa del ser. El maestro puede ser posible, desde sí mismo, desde el inconsciente y desde la ética. Para que esto no sea posible, para que el maestro no sea un retorno y una posibilidad, la experiencia docente, en su forma y su fondo, incorporó el rostro y el rastro del maestro. La confusión entre maestro y docente, el equívoco de la formación que se entiende como capacitación, la percepción ingenua de educar, la desaparición del problema ético, todo ello indica que el maestro no es posible de ser pensado, imaginado construido. Sólo cuando la experiencia de formación del docente fracasa, se abre un espacio por donde vislumbramos otro modo de educar que no es necesariamente la experiencia de Lasalle o de Pestalozzi, sino una experiencia otra, un lugar vacío que podemos ocupar. Ese lugar vacío pretende ser llenado por otra forma de educar que intenta reemplazar la experiencia docente. Estamos a las puertas de que ese alguien o cualquiera, llamado docente, desaparezca y sea sustituido por otro alguien o por otra cosa. Sabemos que no será un educador de niños, un ser espiritual o un educador de adultos ¿Quién será? ¿Qué será?

 

(Fragmento de "El maestro, el docente y el formador" en "Figuras contemporáneas del maestro en América Latina")

Sin votos (todavía)