Giselle Eugenia Becerra Plaza
Aparte del libro: Innovación educativa y TICs. Guía Básica (2017). José Manuel Pérez Tornero y Santiago Tejedor (Eds.). Bogotá: Magisterio-UOC.
«If we teach today’s students as we taught yesterday’s, we rob them of tomorrow». John Dewey
Aprender, desaprender y el arte de innovar
La innovación, en tanto que proceso activo y motor de progreso, se constituye en una constante en los diferentes sectores económicos, políticos y sociales. En una sociedad centrada en el conocimiento, el mecanismo para mantener la competitividad es la innovación. Y en el caso de la educación, hoy más que nunca, se requiere de su aplicación, porque los medios electrónicos llevan el conocimiento de manera irrestricta a todos los públicos; las nuevas generaciones entienden el mundo en ciento cuarenta caracteres; y los esfuerzos de los profesores para alcanzar los objetivos de aprendizaje requieren de maneras diferentes para relacionarse con el estudiante y con la tecnología.
De acuerdo con el Instituto de Inovação: «La innovación es la exploración con éxito de nuevas ideas» (Instituto de Inovação, 2011), lo que implica la comprensión del éxito de acuerdo con los objetivos de la organización que innova. Para las organizaciones educativas, este representa el logro de los objetivos misionales, expresados en el perfil de egreso del estudiante, por lo que se circunscribe a la denominada innovación de procesos, que es definida en el Manual de Oslo sobre innovación como «un nuevo o significativamente mejorado proceso» (OCDE y Eurostat, 2006: 59), que en el escenario de la educación incorpora tres actores principales: el profesor, el estudiante y la tecnología que se involucra en la formación.
En esta tríada se genera la innovación educativa, que implica y desarrolla las metodologías que el profesor trae al aula de clase para establecer una relación renovada con el estudiante y de este con el conocimiento; el aprovechamiento que el profesor logra sobre las tecnologías ofrecidas por la institución o sobre las identificadas por él mismo para generar ambientes de aprendizaje; y el diseño de ambientes de aprendizaje en los que el estudiante se relacione con la tecnología para alcanzar los objetivos de formación esperados. Como resultado de esta interacción, hoy en día se avanza en el desarrollo de los MOOC (Massive Open Online Course), webinars, flipped classroom, learning analytics, ecosistemas de aprendizaje (digitales y mixtos), uso de redes sociales, blogs, wikis, OCW (OpenCourseWare), entre otros. Esto sumado a la experiencia individual de muchos profesores que han dinamizado el proceso de enseñanza y aprendizaje dentro del aula, lo que los ha llevado a diseñar sus propias metodologías que permiten generar engagement (compromiso) en el estudiante.
Tipologías de la innovación
El más visible de los procesos de innovación educativa se ha dado con el apoyo de las instituciones, utilizando metodologías de innovación top-down con las que se han desarrollado —o solicitado incorporar a su cuerpo de profesores— plataformas tecnológicas para aproximar el conocimiento a los estudiantes o como parte del desarrollo de las actividades de clase. Y no solo se da en procesos de formación a distancia, con el posterior desarrollo virtual de las plataformas e-learning y la evolución hacia las metodologías blended, sino con los medios que se han utilizado para dotar las aulas de instrucción para el correcto desempeño de las metodologías presenciales, herramientas que permiten usar bases de datos, vídeos, simuladores, pizarras inteligentes, entre otros. Casos de apoyo institucional reconocidos son la disposición en internet de los materiales de clase que universidades como el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) han incorporado y ofrecido, en ocasiones, abiertamente desde el año 2000, tendencia que hoy ha sido implementada por muchas otras instituciones educativas; o la avalancha de cursos que prestigiosas universidades han diseñado y ofertado por medio de los MOOC, con la posibilidad de certificar el aprendizaje obtenido, después del primer gran éxito de 2012 del curso de Inteligencia Artificial ofrecido por la Universidad de Stanford; o la más reciente metodología de flipped classroom desarrollada por dos profesores norteamericanos de preparatoria y que hoy en día se fortalece en muchas universidades del mundo. Estos procesos, de alta visibilidad e impacto en el medio educativo, son innovaciones jalonadas de manera institucional.
Un segundo tipo de innovación educativa se da directamente en las salas de clase. Si las instituciones documentasen mejor las buenas prácticas de los profesores, descubrirían que superan las mencionadas anteriormente, tanto en el número de acciones desarrolladas como en el aprendizaje alcanzado por los estudiantes. Este trabajo realizado por innovadores entusiastas no se ha valorado suficientemente ni se han generado mediciones de su impacto real en el logro de objetivos o en la huella que ha dejado en sus estudiantes. En muchos casos, son innovaciones a las metodologías tradicionales que han permitido su reinvención desde la clase magistral, los talleres, el trabajo en equipo o las mismas metodologías clásicas centradas en el aprendizaje por casos o el cooperativo, e incluso, en el experiential learning, el PBL (problem-based learning) o el POL (project-oriented learning), que se impusieron en el ámbito educativo a lo largo del siglo XX. Esto se ha dado debido a que los esfuerzos individuales de los profesores por lograr estudiantes más comprometidos con su propio aprendizaje no siempre pasan por la tecnología, o no dependen necesariamente en un alto porcentaje de ella, sino porque buscan impactar en mayor grado en el desarrollo del perfil de los egresados, así como lograr que la misión institucional se alcance de manera más efectiva. Este tipo de innovación educativa posee, en esencia, un altísimo potencial.
En ese sentido, los profesores no deberíamos solamente esperar las decisiones de las instituciones para incorporar la tecnología como mecanismo de la innovación educativa a ejecutar, sino que debemos continuar aportando desde nuestras propias experiencias en el aula, para generar proyectos de I+D+i, en los que logremos la sistematización de la experiencia conjunta y realicemos las mediciones del aprendizaje alcanzado y el impacto sobre el perfil de egreso. Estos proyectos se deberían difundir entre colegas, de manera que se validen en colectivos docentes que los puedan comprobar (utilizar) también —construyendo y deconstruyéndolos— para luego ser difundidos como aporte desde las metodologías de acción y práctica a la renovación del proceso de enseñanza-aprendizaje. Claramente, el apoyo institucional es necesario, pero la gestión de ideas a proyectos de innovación se da desde el profesor, en procesos innovadores bottom-up.
Innovar en el océano de la información
Dentro del marco de este tipo de proyectos, la renovación de las metodologías centradas en la enseñanza —para redimensionarlas hacia el aprendizaje— y la reinvención de las metodologías centradas en el aprendizaje, son los dos campos problemáticos en los que el profesor puede dar un mayor aporte. ¿Cómo generar mayor responsabilidad del estudiante en el aprendizaje a partir de metodologías expositivas? ¿Cuál es el papel de la pizarra en las metodologías de aprendizaje activo? ¿De qué manera se puede enriquecer el experiential learning sin la incorporación de tecnología? Estas preguntas, planteadas solo como modo de invitación a la reflexión, pueden dinamizar nuestra práctica innovadora en las salas de clase, y permitir redimensionar nuestra didáctica.
Otro factor a tener en cuenta es el volumen de información que nos permite abordar la tecnología y que, en sí mismo, nos impone un reto que debe ser atendido desde la innovación educativa por profesores interesados en ello. Ya se han dado pasos por medio de las learning analytics, o en la formación de analistas simbólicos, posición solicitada por un exsecretario de trabajo de Estados Unidos (Reich, 1992), en la que se proponía una educación que permitiese al estudiante desarrollar su capacidad para identificar, intermediar y resolver problemas mediante el uso de símbolos, en el sentido de encontrar los datos, los hechos, las palabras y las representaciones más significativas para la identificación y resolución del problema en cuestión.
La innovación educativa que permita al estudiante no perderse en el océano de información que las tecnologías traen consigo, y que lo lleve a concentrarse en aquella que es relevante, es un segundo campo de innovación que debe potenciarse en el futuro próximo. En este sentido, partir de los principios del big data y de la capacidad para que esta información se convierta en aprendizaje en el proceso formativo, es, pues, otro gran campo para los profesores innovadores que piensan en el futuro de sus estudiantes.
El rol de las instituciones educativas
Las instituciones de educación también tienen una gran tarea por desarrollar desde la innovación que realiza el profesor en el aula de clase, en particular durante un período marcado por la entrada de un gran número de jugadores a su campo de actuación, que se convierten en sus competidores, y en el que los estudiantes empiezan a considerar que su éxito económico no depende obligatoriamente de los años de espera en las instituciones educativas. Hay, por lo menos, cuatro grandes acciones que estas instituciones deberían implementar para fortalecer la innovación educativa desde el aula de clase.
En primer lugar, fortalecer los grupos de docentes que trabajan en innovaciones educativas desde el aula, ofreciendo un apoyo decidido a sus proyectos y búsquedas, puede ser un mecanismo que permita superar los esfuerzos individuales e incentivar las construcciones colectivas por parte de los profesores. Adicionalmente, la definición de los proyectos de innovación en el aula de clase permite a la institución identificar estas prácticas realizadas, sistematizarlas, medir su impacto y difundirlas institucionalmente, al igual que potenciarlas como un diferenciador de su institución frente a la competencia.
Por otro lado, para las instituciones de educación, se convierte en un reto el desarrollo de metodologías de aprendizaje interdisciplinarias que se correspondan con las tendencias de formación de la actualidad, que requieren de profesionales que den nuevas respuestas a los problemas contemporáneos y que se adelanten a los futuros, los cuales trascienden una disciplina en particular. El desarrollo de la innovación educativa que incorpore este elemento en las prácticas del aula —en las que se incluyan diferentes áreas de conocimiento en la misma clase— permitirá mayores impactos en el pensamiento sistémico del estudiante. Fortalecer las búsquedas de colectivos de profesores con diferentes formaciones profesionales que planteen no solamente metodologías para el aprendizaje de su asignatura, sino que se preocupen por el aprendizaje integrado, es entonces la segunda gran oportunidad (acción) tanto para las instituciones como para los profesores que participan en ellas.
Y para lograr el desarrollo de estos proyectos colectivos, una tercera acción es necesaria: fomentar el apoyo de las instituciones a las prácticas de innovación docente en aras de asignar los recursos y la infraestructura que estos procesos requieren. Elementos que canalizados hacia los colectivos docentes permitirán un uso y costo eficientes, que están implícitos en los procesos de innovación, porque no es el éxito a cualquier precio, sino alcanzarlo manteniendo la sostenibilidad en el corto, mediano y largo plazo. Finalmente, la última acción tiene que ver con el apoyo a la conformación de redes de profesores que desarrollen proyectos de innovación educativa. Esto no solo se convierte en un estímulo, sino en un dinamizador de las búsquedas y los hallazgos de estos colectivos (en la capacidad real de compartir y difundir).
Algunos consejos
Para el profesor innovador, de lo anterior derivo estos tres consejos generales:
1. Mantén siempre la mirada puesta en el «para qué» de la formación ofrecida. Los estudiantes que están en tu clase serán los profesionales y, sobre todo, los ciudadanos del mañana. Al innovar, por tanto, hazlo partiendo de la realidad y los problemas potenciales que estos enfrentarán.
2. La innovación que realizas tiene como objeto al estudiante. Recuerda que él es el protagonista del aprendizaje. Comprender sus características te permitirá dar un aporte más relevante a su aprendizaje y construir el engagement que tanto buscas con él. Entiende al estudiante como sustento de tu innovación.
3. La innovación es dinámica. Lo que hoy es nuevo, mañana deja de serlo. Por eso, no dejes de aprender y desaprender constantemente. Cada logro alcanzado en tu proceso innovador, es el reto para la siguiente innovación.
Bibliografía
Instituto Inovação. (2011). Introducción a la innovación. Campinas: Instituto Inovação.
OCDE, & EUROSTAT. (13 de julio de 2015). Manual de Oslo. Guía para la recogida e interpretación de datos sobre innovación. Recuperado de http://www.uis.unesco.org/Library/Documents/OEC DOsloManual05_spa.pdf
Reich, R. B. (1992). The Work of Nations: Preparing Ourselves for 21th Century Capitalism. Nueva York: Vintage.